Con motivo de conmemorarse este 12 de octubre el natalicio de Artémides Zatti, el intendente de VIedma, profesor Pedro Pesatti, escribió una semblanza reflexiva en torno a la figura del santo viedmense.
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Tirar sin límites
¿El que afloja es un tibio cuando todos están dispuestos a tirar de la cuerda?
Don Zatti sufrió en carne propia lo que significa enfrentarse a personas dispuestas a llevar a cabo una acción sin reparar en sus consecuencias.
‘No me hagan hablar’ respondía cuando le preguntaban sobre la demolición de su hospital para construir en ese sitio el edificio del Obispado de Viedma.
Don Zatti podría haber tirado de la cuerda porque tenía la fuerza que la comunidad le habría dado si él se la hubiera pedido, y su propia fuerza: sus convicciones y la fe. Pero es cierto que ‘la soga’ podría haberse cortado.
Si ello hubiera sucedido sus enfermos lo habrían perdido todo. Lo hubieran perdido a él y con él -sobre todo- la posibilidad de tener un nuevo sitio para batallar contra el dolor, por más modesto que éste fuera.
¿Fue un tibio porque no se animó a enfrentar a las autoridades eclesiásticas y gubernamentales?
No. No lo fue. Tirar de la cuerda sin medir sus efectos es propio de los animales pero no de las personas. Y Don Zatti era extraordiamente humano. Por eso no fue un tibio sino todo lo opuesto.
‘Trago amargo, escupo dulce’ decía Don Zatti para transformar la desdicha de aquellos días. Su hospital se comenzó a demoler con sus enfermos aún esperando una cama que pudiera recibirlos en otro sitio. Fue a la Quinta San Isidro de los Salesianos a organizar su nuevo hospital y, con todas las carencias que podemos imaginar, comenzó de nuevo.
‘No me hagan hablar’, pedía don Zatti a todos para que nadie pudiera interpretar que él también era capaz de tirar de la cuerda sin temor a que se corte.
Tirar de la cuerda es una acción natural en los animales y en las bestias pero jamás debe serlo entre las personas. Y es un gran riesgo confundir la tibieza como lo opuesto a la agresividad del que es capaz de tirar de la cuerda sin límites.
En nuestros tiempos tirar todo el tiempo de la cuerda es una conducta bastante aceptada y que suele recibir cierto consentimiento social porque no advertimos que este es un comportamiento constitutivo de la conducta agresiva y de la violencia en todas sus formas.
Por eso la enseñanza que nos dejó don Zatti sirve tanto en nuestros días.
Aflojar la soga no es de tibios sino de personas humanas íntegras cuando en la otra punta el que tira está ciego y se deja llevar por el instinto que anula la conciencia y apaga lo mejor de nuestro corazón.